No sé por dónde empezar, no puedo comprimir mi EVS en una sola página, creo que ni siquiera un libro me bastaría, no hay suficientes palabras para describir todo lo vivido en tan corto plazo.

Vamos a lo formal, mi voluntariado fue en Bucarest. Compartí piso y trabajo con 3 españoles y dos polacas. Fue un proyecto de 9 meses impartiendo clases de inglés, español e inicio a los negocios con métodos totalmente no formales, es decir, a través de juegos y actividades con niños de 6 a 13 años. En los dos últimos meses también estuvimos trabajando en dos guarderías haciendo actividades extraescolares con niños de 2 a 6 años. A demás, cada tres semanas preparábamos eventos con diferentes temáticas (Halloween, navidades, primavera, art attack…) para todos los niños que quisieran venir.

La verdad es que me fuí a Rumanía con mis 18 añitos y el corazón en un puño, ni se me daba bien trabajar con niños, ni me gustaba Rumanía, pero dicen que el tren sólo pasa una vez y yo salté dentro de el sin pensármelo dos veces, me adentré en esta aventura sin saber muy bien dónde me estaba metiendo, pero las ganas de hacer algo distinto se apoderaron de mis miedos y los eliminaron por completo. Hoy en día puedo decir que es lo mejor que he podido hacer nunca.

Rumanía me conquistó poquito a poco, rompió todos mis estereotipos y prejuicios sobre ella, enseñándome que todos los países tienen cosas muy bonitas y otras no tanto.

Terminé disfrutando dando clases a esos pequeños demonios (cosa que al principio no hubiera podido ni imaginármelo) y, claro está, aproveché todo lo que un EVS comporta: conocer gente nueva de toda Europa e intercambiar culturas, experiencias y conocimientos, independencia, tener que espabilarte en un lugar desconocido sin ni siquiera poder comunicarte con la misma lengua, encontrarse a uno mismo saliendo de tu zona de confort y conocer tus límites, irte a la cama con un montón de cosas nuevas cada día, crecer y tener más claro quién eres y qué quieres, aprender a convivir con gente que tiene puntos de vista y maneras de actuar muy diferentes, compartir y ser flexible, aprender a valorar los pequeños detalles del día a día, viajar, hacer amigos de verdad… mil y una cosas que vas descubriendo y haciendo a una velocidad desmesurada, porque 9 meses parecen muchos, pero el tiempo se esfuma.

Ahora que ya he vuelto a casa siento que me falta algo, echo de menos mis compañeros, mi otra familia y vivir rodeada de ropa colgando por todos los sitios posibles de ese pequeño piso, mi otra casa.

En esas circunstancias todo se magnifica, todos tus sentimientos y experiencias las vives el doble. Si pudiera lo repetiría todo y no cambiaría absolutamente nada, lo querría con todos sus momentos: los buenos fueron increíbles, de los mejores que he pasado nunca y de los malos aprendí muchísimo. Esta experiencia me ha dado lo que en ninguna escuela, ni en ningún libro puedes encontrar; vivir y aprender de la vida misma, arriesgar, caer y volver a jugar, perdiendo todos los miedos y superándote cada día un poco más en todos los ámbitos.

Además ha abierto mi espíritu viajero y altruista, así que voy a empezar con nuevos proyectos para poder compartir todo lo que tengo y sé con aquellas personas que más lo necesitan, empezando por el Nepal y terminando quien sabe dónde, aprovechando cada semana de vacaciones para perderme en algún lugar desconocido, dando lo mejor de mi allí donde esté.

Sin duda han sido los meses más productivos y provechosos que he vivido nunca, gracias a ellos sé que camino escoger y que rumbo quiero darle a mi vida.

 

Laura Tarragó Casteràs

Voluntaria EVS en «TRY_Together for Romanian Youth»


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