Tumbado bajo un sol impropio de febrero y sobre una mítica escalinata de mármol, me abstraigo un momento del barullo para preguntarme de nuevo sobre las casualidades que me han llevado a estar allí entre veintitantos jóvenes europeos. A mi lado, dos graciosas polacas hablan entre ellas en inglés para que yo pudiera sentirme integrado en la conversación. No puedo evitar distraerme un segundo para pensar en lo afortunado que soy.
Sinceramente, no logro entender por qué el programa Erasmus+ es tan poco conocido. Es cierto que no cuenta con una visible publicidad en los medios de comunicación tradicionales y que su mayor arma de difusión es el boca a boca en internet. Sin embargo, solo con ese pequeño cauce de promoción ya debería ser suficiente para que muchísima gente compita salvajemente por lo que ofrece este programa. El que lo prueba, repite.
Volviendo a la escalinata de mármol, el nuevo proyecto en el que me veo inmerso es un training course sobre emprendimiento en la inabarcable ciudad de Barcelona. Una semana rodeado de jóvenes europeos de ocho países a los que hay que añadir los tres miembros del equipo organizador: la española Ana, encargada de la siempre complicada logística de este tipo de eventos, y los que ejercían de profesores -aunque no los llaméis así- Pavel y Lukazs, expertos en trasmitir y conectar con un público algo impredecible.
El curso, por supuesto en inglés, resulta muy interesante a nivel pedagógico. Se utilizan técnicas de enseñanza no formal que se alejan de la fórmula de impartir contenidos teóricos tal como se hace en la escuela. Aquí se trata de conseguir que trabajemos, razonemos e incluso que pongamos en cuestión unas enseñanzas maleables, unas pistas que debemos desarrollar con nuestra propia capacidad y con la necesaria ayuda de nuestros exóticos compañeros. Para los más escépticos, he de decir que con estos métodos no solo he aprendido, sino que además he crecido.
Pero aunque el proyecto y los contenidos son razonablemente buenos y ya por sí mismos merecen la pena, lo que de verdad hace grande a este y otras actividades del programa Erasmus + es el contacto con la gente. La oportunidad de convivir con una buena cantidad de jóvenes de otros países con inquietudes probablemente parecidas a las tuyas. Con la primera conversación, los prejuicios y los estereotipos de cada país se disuelven en la mente. Con la última, estás deseando encontrar una manera para pasar unos días de visita muy lejos de casa. Y la palabra “extranjero” pierde todas sus connotaciones negativas para convertirse en una reliquia necesaria para tu desarrollo personal.
“Let’s networking!”, dijo Pavel una noche antes de salir de marcha y tras de una larga jornada de trabajo. Era una manera algo irónica de aplicar nuestra materia principal, el emprendimiento, al campo de las relaciones sociales y el ocio. Hay que tener en cuenta que la frontera entre los contactos profesionales y la amistad es cada vez más tenue e incómoda. Sin embargo, en esta soleada escalinata de mármol no pienso en trabajo ni en entrepreneurship; me limito a disfrutar de las circunstancias, de los nuevos conocimientos que voy adquiriendo a cada segundo y del calor humano que me trasmite esta grata compañía.
Así que me abstraigo por última vez y se me viene una idea a la cabeza: “Al final me voy a sentir orgulloso de crecer en Europa”.
Alejandro Moreno Ortíz
Participante de «Creative Entrepreneur: The Power of Imagination in Business»